© María Ángeles Fernández Jordán
Dibujo realizado y dedicado por el pintor y dibujante Ezequiel López, a María Ángeles Fernández Jordán, en Madrid, el verano de 1989.
PRIMAVERA
Ya comenzó por hoy la primavera,
cayó la última hoja amarillenta,
y el cielo recobró su soñolienta
espera.
Por un principio indefinido ahora
ya comenzó de nuevo.
La primera vez que hubo en el mundo primavera,
desde mi inexistencia yo sentía
renacer en las flores la gran fiesta
que asistía a todo el mundo.
Yo era la Cenicienta
desde mi deficiente ser de Nada.
Recuerdo, vestirse todo el orbe
de hojas coloreadas,
de luz y de sentido,
de risa y de palabra,
en ese mundo largo que era todo
en frente de mi mundo de nonada.
Yo miraba el lugar inalcanzable
desde mis ojos huecos lo sentía,
desde mi piel de tierra lo adoraba,
mas yo era espectadora del Dios vivo,
ajeno de ese ser que tanto amaba.
Pasaron primaveras en milenios
y yo permanecí siempre en el viento
sobre una nube holgada, enternecida,
contemplándolo todo en el silencio.
Era siempre el invierno
el más eterno de mis tiempos.
Un día, no se que sucedió
parecí desmayarme
y comenzar un sueño:
vivía en el vientre de mi madre
que como un hada buena permitió
que asistiese a la fiesta con su sangre.
Inexplicablemente aparecí
en ese mundo largamente alegre
que yo miraba siempre desde mi.
Había nacido yo con ojos llenos,
con palabra, con risa, con amor,
con un llanto en las manos, con la pena
de haber dejado en parte de ser yo.
Había nacido yo, en el jardín
de tanta flor repleta de armonía.
Abrí los ojos en el mes de abril,
ojos de primavera renacida.
Mas no era para siempre,
yo era un ave de paso,
un clavel sonriente
que luego se marchita en hondo lago.
Pues yo era parte de la primavera.
Soy parte de los cantos que la esperan.
Cuando deje de estar aquí estaré
de nuevo en esa nube de azabache,
contemplándote siempre desde cerca
mas sin manos para poder tocarte.
Igual que antes veré
vestirse todo el orbe
desde mis ojos huecos sin mirar
veré la fiesta enorme...
Mas no temas por mí yo me hallaré
en el cráter de Luna más cercano,
contemplándote siempre esperaré
en mi invierno de cenizosas manos.
Cuando suene la última campanada
y todo el sueño se haya desvanecido
dejándome el amor desperdigado,
él llorará por mí, y me habré ido,
con los ojos abiertos, recordando.
Marzo de 1986.© María Ángeles Fernández Jordán
" Ni el amor ni la vida son eternos. El instante en que confluyen, es la eternidad."